MELCHOR LÓPEZ JIMÉNEZ (1759 – 1822)

Melchor López Jiménez fue un músico, compositor y maestro de capilla español nacido en Hueva, Guadalajara, el 19 de enero de 1759 y fallecido en Santiago de Compostela el 19 de agosto de 1822.

Hijo de Gregorio-Antonio López y de María Teresa Ximénez, naturales de Hueva. Se sabe que a los diez días de nacer hubo de ser urgentemente bautizado, porque perdía la vida, y aunque no se saben las causas, luego fue débil de salud toda su vida. Con nueve años se trasladó a Madrid para vivir con un tío paterno, y allí pasó su infancia y juventud. Ingresó en el Colegio de Niños Cantorcicos de la Capilla Real donde cursó estudios musicales hasta 1784, con maestros como José Lidón, organista de la Real Capilla.

A partir de 1781 oposita a diferentes puestos de catedrales españolas como Plasencia, Ávila, Burgo de Osma y finalmente Santiago de Compostela, donde el 23 de marzo de 1784, obtuvo el puesto de maestro de capilla sucediendo a Buono Chiodi, con dignidad de canónigo y una buena plantilla de cantores e instrumentistas. En dicha catedral permaneció casi cuarenta años dedicado a las tareas propias de su cargo: enseñanza de los niños de coro, composición de música para el culto en la catedral y dirección de la capilla y de la orquesta durante las celebraciones. Solicitó también las plazas de las capillas de Avila y El Burgo de Osma. Al aceptar la plaza de maestro de la capilla de Santiago de Compostela, el cargo llevaba consigo la dignidad de canónigo, y según los estatutos de la catedral, no podía tomar posesión del mismo sin antes presentar las pruebas de «limpieza de sangre», ante lo que tuvo que trasladarse Melchor a su villa natal de Hueva, donde se tomaron las declaraciones a los testigos. Se cree que sobre el 1 ó el 2 de abril de 1784 estuvo en Hueva.

En 1794, viajó a Madrid debido al fallecimiento de su padre, y ese viaje tuvo una influencia decisiva en su obra, ya que le permitió entrar en contacto con el clasicismo, tan diferente de su formación tardobarroca, y que se había asentado firmemente en Madrid (incluidos Haydn y Mozart) en los diez años que López llevaba en Santiago. Esta experiencia transformó completamente el estilo de sus composiciones a partir de ese momento, realizadas según los estrictos cánones del clasicismo, como quedó patente en la gran Misa de requiem de 1799, que se estableció como fija para los funerales de canónigos y reyes.

Su inmensa producción musical destaca por su número -más de 900 obras- y por su perfección estética, hasta en la caligrafía, elegante y muy cuidada. Encontramos gran cantidad de misas, lamentaciones, motetes, responsorios, villancicos, etc. Se conserva en su mayor parte en la catedral de Santiago de Compostela, así como algunas copias en la de Tuy (Pontevedra) y Lugo.

Su obra, llena de legajos, que se conservan en perfectas condiciones en la catedral de Santiago de Compostela, son 18 volúmenes encuadernados con 931 partituras; el volumen de las misas se encuentra en la catedral de Lugo. Pero, sin lugar a dudas, su obra maestra es su Misa de Réquiem, compuesta en el año 1799. Melchor le puso un lema bien significativo «Beati mortui qui in domino moriuntur».

Trabajando en favor del rescate y la difusión del patrimonio musical español e hispanoamericano desde sus orígenes hasta nuestros días.